Gaza.

Tengo cincuenta y tres años. Cuando era pequeña, en mi casa había una colección de libros de la Segunda Guerra Mundial. Fueron libros que me marcaron. Fotos de hombres demacrados, esqueletos, en fosas, en barracones. Miradas perdidas. Recuerdo una página que me impactó especialmente. Hablaban los soldados que llegaron a Auschwitz y encontraron a los judíos en los barracones. No había alegría en sus ojos a pesar de estar siendo liberados. Habían llegado tarde. La capacidad de reaccionar se había ido.

Creo en la resiliencia, y creo que esa capacidad de reaccionar estaba dormida, a resguardo, en un lugar donde sentir se había vuelto peligroso. Supervivencia pura.

Y ahora, llevamos décadas oyendo injusticias sobre el pueblo Palestino. Algunos hemos incluso llegado a creer que todo lo que sufrían se debía a la existencia de ese temible grupo terrorista, Hamas. Poco a poco comprendimos que Hamas había aparecido a consecuencia de un maltrato crónico. Ahora, entendemos que, aunque no justificamos ningún acto terrorista por parte de Hamas, tampoco justificamos el terrorismo de Netanyahu. Casi me cuesta escribir el nombre de este asesino, este Hitler. Estamos viendo niños amputados, desangrándose, llorando, con toda la cara y todo el cuerpo envueltos de polvo blanco después de una explosión. Están muriendo de hambre. Población civil. Todos sabemos que no son Hamas, que son INOCENTES. Y ¿qué hace el mundo? ¿Qué hacen los políticos? Nada. Deberíamos salir masivamente a manifestarnos, y no movernos hasta que los políticos hagan algo. Acampada frente al congreso en todos los países. Quizás sería una presión que llevara a un cambio. No podemos no intentarlo. Frente a esta inacción, Global Sumud Flotilla ha emprendido un viaje peligroso por mar, hacia Gaza, para abrir un corredor humanitario. Gracias. Gracias porque nos devolvéis la confianza en la humanidad. Debemos hacer algo. Y debemos hacerlo ya.